domingo, 21 de septiembre de 2025

“A la mierda la autoestima. Dadme lucha de clases”. Jean Philippe Kindler. Serie cero


¿Es posible, en los inicios del siglo XXI, recuperar la lucha de clases como eje de actuación social que lleve a las personas y a las sociedades hacia la felicidad? A juicio del autor, la respuesta es sí, sino que es más necesario que nunca y es que, según él, la sociedad y, en concreto las izquierdas, han abandonado la lucha social por el bienestar individual y han entrado en la rueda del capitalismo consumiendo un producto, aparentemente inocuo, la autoestima, con el que el capital, les ha hecho abandonar su esencia. Urge, pues, abandonar casi revolucionariamente el recurso ñoño de pensar en la felicidad individual, la autoestima y el yo, por una conciencia colectiva, en la que lo común prime sobre lo individual. Este planteamiento que, además de entroncar con el pensamiento de izquierdas de hace 150 años, rompe con el de las descafeinadas izquierdas actuales, presenta dos graves problemas que se destilan en la propia obra: el recurso fácil a culpar de todo a la derecha, al capital, al liberalismo, demostrando que se ha diseccionado mucho a la izquierda, pero para nada se ha analizado lo que hay más allá; y por otro la fácil y cómoda propuesta de identificar el problema, pero no ofrecer soluciones (no siquiera realistas) Kindler es capaz de hacer una radiografía perfecta de ciertos problemas, e incluso de las causas, y posiblemente acierte al diagnosticar los males de la sociedad actual, ensimismada, egoísta y vanidosa, pero no se da cuenta que esos males, como concepto son transversales y que la división izquierda derecha, capital fuerza de trabajo, corresponden a un discurso y unas realidades no actuales. Cuando en estas fechas se habla de lucha de clases, suele ser demagogia derivada del sentimiento de culpa y de inacción, y suele ser una manipulación activa. Posiblemente Kindler sea uno de los pocos que crea en ello, y por ello, su manifiesto resulta fresco y atractivo, pero la realidad no es la de hace 150 años, la sociedad es otra, y achacar todos los males al capital y al enfrentamiento entre fuerza productiva y explotadores, posiblemente ya no cuela. Más que retratar a una sociedad enferma, lo que refleja es la crisis actual de la izquierda woke.

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