Hace unos
años, con gran acierto, la editorial Taurus creo una colección de pequeño formato en la que
recoge pasajes y secciones de obras clave del pensamiento humano. A ella pertenece
este “Elogio de la Educación”, conjunto de textos breves de Mario Vargas Llosa
que permiten recorrer su pulso vital desde sus inicios como escritor hasta la
entrega del premio Nobel. Su estilo elegante permite adentrarnos en su
coherente pensamiento, que sitúa a los libros, la lectura y la profesión de escritor
en lo más alto de la cultura y la educación del hombre, siendo los referentes
ineludibles de nuestro discurrir como seres sociales y racionales, como
humanos. Fiel a su compromiso como autor y ciudadano (“el trabajo literario conlleva una responsabilidad que no se agota en lo
artístico y está indispensablemente ligada
a una preocupación moral y una acción cívica” dice), Vargas Llosa
reivindica los libros y lo que su mera existencia implica que siempre tiene que
ver con la libertad. Al tiempo que defiende la consecuencia inmediata de la
lectura, la educación, el autor analiza su carácter revolucionario, constatando
cómo las sociedades avanzadas tienden a considerar, cada vez más, la literatura
como una forma intrascendente de pasar en tiempo en contraposición a los regímenes
con libertadas recortadas donde autores, libros y lectores, son considerados
peligrosos y germen de rebeldía. Y es que “la
literatura, no sólo entretiene, sino que sirve para preocupar, alarmar e
inducir a la acción por una buena causa”.
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