La obra de Stephan Zewig destaca
por su intenso lirismo, pero no es un poeta. Esta obra, verdadera rara avis en el conjunto de su producción refleja lo que,
afortunadamente, nunca llego a ser, un poeta en el sentido estricto del término.
Sus mejores obras tienen un gran componente lírico, pero la escritura en verso
no refleja la calidad, profundidad, humanismo y capacidad del autor austríaco,
no en vano, al parecer él mismo se dio cuenta de que nunca estaría al nivel de
algunos de sus autores idolatrados, como Rilke, abandonándola sin vuelta atrás.
Una poesía más cursi que sensible, más amanerada que auténtica, más superflua
que esencial, frente a una obra en prosa que, sí, fue sensible, auténtica y
esencial. El simbolismo al que se adhiere, deforma su interpretación de la vida,
su análisis de la realidad y su valoración de los sentimientos humanos, que
triunfan en la prosa. Libro completamente prescindible incluso (o especialmente)
para los mayores fans de Zweig. A destacar en esta edición la maravillosa
introducción de César Muñoz Molina sobre los últimos días de Zweig, previos a
su muerte en Petrópolis. Un auténtico manual sobre la forma de ser y sentir del
autor, su personalidad, sus angustias y su bonhomía existencial en un momento
de recias turbulencias.
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