Libro de oportunidad que, ante la crisis migratoria que incide
en Europa y Estados Unidos trata de buscar paralelismos entre la caída del
Imperio Romano y del “imperio americano”, entendido este como una suerte de imperio
social, económico y cultural que representaría al actual mundo occidental.
Efectivamente, la tesis que subyace es cierta, las migraciones no son las
culpables, pero no porque las actuales no sean comparables a las “migraciones
bárbaras”, sino que éstas tampoco fueron la causa última de la caída del
imperio romano. En los desplomes, más o menos bruscos de las grandes
estructuras estatales y culturales, siempre hay problemas de más honda raíz,
que derivan de cuestión centro-periferia, gigantismo superficial, y falta de
adaptación a los cambios. Coincidiendo parcialmente en ese aspecto, cabe destacar
que la propia caída del imperio romano (de Occidente, primer error histórico al
olvidarse de la pars orientalis) no tuvo que ver exactamente con los
fenómenos centro-periferia, o las migraciones bárbaras en exclusiva, sino más que
una falta de gestión eficaz, liderazgos débiles, y apropiación del poder por
las élites en las provincias, y cesión del mismo a nivel imperial a los magister
militum. La prueba es que el imperio romano oriental, ante los mismos
retos, actúo de forma diferente y prolongó su vida casi mil años más. En
definitiva, si bien es interesante la comparación entre dos fenómenos similares,
ni el devenir histórico, ni los tipos de imperios (salvando las distancias
temporales), ni el impacto generado, son exactamente comparables. Interesante
ejercicio en todo caso por el aporte de datos, pero con conclusiones débiles en
la comparativa.
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