En pleno verano se inaugura en Madrid una exquisita muestra que enfrenta obras de los principales autores holandeses y españoles del Barroco, en un logrado esfuerzo de analizar sus puntos en común. Al margen de la tradicional agrupación de artistas por escuelas, en las que se analizan sus elementos aglutinadores, la tesis y el discurso de la exposición se centran en los elementos comunes derivados, por un lado de las visitas y contactos director entre autores de los dos países y, por otro lado, de la existencia de un sustrato común, de una estética y lenguaje artístico especial que emergen en las obras y es más potente, incluso, que los elementos disgregadores. El corolario de este planteamiento es igualmente sugerente, y trasciende a la pintura: a pesar de los conflictos militares, religiosos y económicos, los europeos compartimos sutileza, sentimientos y espiritualidad y esto, reflejado en las obras de los más grandes, supera los enfrentamientos por causas que se demuestran artificiales. Bajo estas premisas, una excelente ocasión para observar de cerca la técnica, no sólo de los tres maestros que titulan la muestra, sino el Greco, Hals, Ribera, Fabritius, Murillo, Steen, Zurbarán, Ter Borch... Un auténtico lujo veraniego.
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