El error
de humanizar (o animalizar) los árboles, queda ampliamente reflejado en esta
obra, un clásico del ecologismo centroeuropeo y del activismo alemán. Partiendo
de un loable intento de reclamar la protección de la naturaleza, y teniendo en
cuenta un apreciable conocimiento científico práctico, se transmite una idea
del funcionamiento de los árboles y los bosques bastante sesgada, sin que quede
claro si las comparaciones con el mundo animal son ilustrativas o, más bien, se
otorga a los vegetales una posición que no les corresponde en la naturaleza. Los
árboles se relacionan, pero no se solidarizan; las masas protegen su
regenerado, pero no tienen guarderías... El afán divulgativo y el objetivo protector
no deben confundirse con la simplificación y tergiversación del mensaje. Los
árboles no son inferiores por ser lo que son; reconocer su espacio propio es el
mejor tributo que se les puede rendir.
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