La antológica del Bosco que
presentó este verano el Prado merece ser considerada el gran acontecimiento
cultural del año en Madrid. Una exuberante y magnificente aproximación al gran
artista holandés, del que El Prado atesora algunas de sus mejores obras. Pintor
heterodoxo, no deja indiferente a nadie, como no dejó a su gran mecenas Felipe II
que siempre supo distinguir entre el arte propagandístico y cortesano, y aquel
para su disfrute persona,l a su gusto; gusto que se antoja completamente actual
si queremos ver en el Bosco a un gran crítico social, un precursor del
surrealismo, o un colorista impenitente. Con un grandísimo dominio del dibujo, las
obras del Bosco conjugan el tono enigmático de su significado, con el humor evidente
de sus formas, en el marco de un planteamiento completamente original, tanto
para su época como para la nuestra. El gran valor que aportó la muestra del
Prado fue ser capaz de hacer llegar al gran público un autor de difícil
interpretación, a pesar de su aparente evidencia. Asimismo, se ha tenido la
oportunidad única de juntar las grandes
obras del autor, no solo las residentes en museos españoles, como “El tríptico
del carro de heno”, “EL tríptico del
jardín de las Delicias”, o el “San juan Bautista en meditación”, sino las de
los grandes museos europeos que atesoran su producción, como las “Visiones del
más allá”, “El prestidigitador” o “La batalla entre Carnaval y Cuaresma”. En
definitiva, un gran acierto que engrandece al Prado como gran museo Nacional, y
permite al público acercarse a un artista diferente, cada vez más valorado y,
desde ahora, tremendamente (y con justicia) popular.
lunes, 24 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
“Cuentos inquietantes”. Edith Warton. Impedimenta
Con un título que provoca
confusión, se presenta esta selección de obra breve de Edith Warton, una gran
escritora, poco conocida por el gran público y que encarna el gran momento
novelístico de la América de finales del XIX y principios del XX. Sin poder
evitar la influencia de Henry James, Warton goza de la individualidad que le
aporta su grandísima capacidad creativa y la facilidad para generar ambientes y
atmósferas, elementos propios de la literatura fantástica, que aquí se ponen al
servicio de la narración. Una gran cuentista, en el positivo sentido del
término, mostrando una gran habilidad en un género en el que es difícil destacar
o, más bien, en el que es fácil encallar. Los relatos, que abarcan una amplia
gama de situaciones e historias, diversas, y ricas, son inquietantes en tanto
que lo son sus protagonistas, que Edith nos muestra impasibles, casi
inabordables, envueltos en su propia burbuja e individualidad, convirtiendo su
entorno en un mundo diferente y, con ello, inquietante. Literatura inteligente que
requiere lectura sosegada para su deleite.
“Blues de invierno”. Gabriel Albiac. Confluencias
Un grupo de españoles, antiguos
compañeros en su juventud, confluyen en Nueva York, cada uno atado a sus
circunstancias, y se ven inmersos en una trama internacional de corrupción y muerte.
Novela prometedora en su planteamiento, se desinfla a medida que el lector
profundiza y se ve rodeado en una semántica
plagada de intentos del autor de aparentar ser un enfant terrible de la novela. Las formas son importantes, pero no
son el principal objetivo, no sirven al relato, sino al lucimiento de su
creador y es ahí, donde la novela cojea. Si bien el argumento es ingenioso, la
trama se encuentra razonablemente urdida, y la construcción de los personajes se
muestra sólida (atentos a Yuki, todo un descubrimiento), el narcisismo del
autor acaba opacando su propia obra, y
al final, la debilita; en aquel momento de una novela negra en que la trama
profunda debe aflorar a la superficie, aquí acaba naufragando, sin posibilidad
de rescate, dejando la sensación de un dibujar un mal final. Otro enfoque, una
mayor pureza, un trazo más limpio, habrían podido corregir el rumbo y hacer,
entonces sí, una gran obra. Se queda en el intento. No es una obra memorable, tan
sólo es entretenida.
“1212. Las Navas de Tolosa”. Jesús Cano de la Iglesia. Ponent Mon
En
verano de 1212, al norte de la provincia de Jaén, se enfrentaron dos mundos,
dos religiones, y dos concepciones de estado: el califato almohade,
representado por el califa Al Nasir, y la confederación cristiana comandada por
Alfonso VIII de Castilla. Aquella batalla supuso un cambio decisivo en la
historia peninsular, confirmando la pujanza de los reinos del norte y el
declive definitivo del poder musulmán en el sur. La frontera se fijó en Sierra Morena y a partir de ese momento, al
Ándalus no haría más que menguar. Jesús Cano, guionista e ilustrador, nos
cuenta la historia de esa batalla, en un magnífico cómic que, conservando las
características propias del cómic épico, no desmerece en cuanto a rigor
histórico. La génesis y las consecuencias de la batalla, confluyen con la trama
de dos protagonistas Álvaro y Abu Ibrahim quienes, desde sus respectivos bandos,
dan cuenta del valor, fanatismo, miseria, nobleza, tropelías y actos heroicos
que acompañan a los grandes momentos de la historia. Sin ser un libro de
historia, es historia, siendo un cómic, es realista. Una magnífica oportunidad,
entretenida e ilustrativa para recrear un momento clave en la historia de España,
y disfrutar de la plástica de una guerra medieval: pendones, palenques, escudos,
órdenes militares, caballeros, reyes y villanos.
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