De decepcionante podría
calificarse la última obra del excelente autor de viajes Javier Reverte. Un
libro que ya en su formato (apenas 244 páginas de tipos grandes) auguraba
cierta superficialidad, máxime teniendo en cuenta el subtítulo (“un país sin
pasado”) referido a una civilización milenaria. En efecto, si bien el
planteamiento narrativo es similar al de grandes obras del autor (viajes
personales, lejos del circuito turístico, integración en el mundo real,
interesantes apuntes históricos)… todo el viaje en este libro parece estar
hecho con prisas y desgana. Sólo así puede entenderse que la conclusión final
del lector, al contrario que en el resto de destinos del autor, sea la de
aborrecer China, sus paisajes y el comportamiento de sus gentes. Ciertamente
cada país es como es, pero lo que se espera de la literatura de viajes es
descubrir las verdades ocultas, aquellas que sólo poniendo pie a tierra, pueden
conocerse. Posiblemente algo tenga que ver la propia China, pero lo que está
claro es que todo aquello que de bueno pueda tener (y seguro que lo tiene) no
parece haber sido descubierto en este viaje.
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