“La Busca”, primera parte de la
trilogía “La lucha por la vida”, debería ser considerada una de las obras de
referencia de literatura castellana del siglo XX. El Baroja más puro se
manifiesta en esta novela costumbrista, en la que el descreimiento supera a la ironía
y en la que, sin embargo, se manifiesta,
entre la sordidez de los arrabales del Madrid de principios de siglo XX, una
inquebrantable fe en el ser humano. Si
de dickensiana puede calificarse la influencia en el retrato
físico de tipos humildes, pobres y marginales; solamente de barojiano puede definirse la capacidad
de reflejar los ambientes en que dichos tipos, y sus ambiciones, deseos y sentimientos,
tienen cabida. La excelencia de una prosa directa, sobria y elegante, con un
exquisito castellano, adornan esta magnífica novela en la que se retratan
personajes menesterosos que luchan por sobrevivir, que afrontan su sino con
estoica y krausista serenidad. Es una
historia de personajes resilientes que, desde el fondo de su miseria, afrontan
el futuro con estoicismo, en el marco de una inevitable fatalidad en la que el
lirismo no está ausente y perite entrever un futuro de poética esperanza que
opondrá al atardecer del extrarradio una aurora reivindicativa en la tercera
parte de la serie.
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