Le Carré es,
sin duda, uno de los grandes de un género cuyo ambiente más propicio siempre
fue la guerra fría. El ambiente de desconfianza entre bloques, las grandes
operaciones, las infiltraciones, los espías dobles, son la base del género.
Todo lo que no es así, no es novela de espías o, al menos, es otro tipo de
novela de espías. Y John Le Carré, es un
indiscutible maestro. Esta novela, ya desde su título, parece ser un reconocimiento
a otra época, a lo que nos queda del mundo de los espías, al menos en la
literatura. Y para mantener vivo el género, parte de un planteamiento sumamente
inteligente y sugerente. En la actualidad, en un mundo con un sistema de
valores radicalmente diferente al de hace apenas 30 años, cuando la guerra fría
ya no existe, se cuestiona el mundo anterior, un mundo que el protagonista, un
antiguo agente que va a ser investigado por el Parlamento, reivindica. En la
investigación que se realiza sobre una de sus misiones, con continuos
flashbacks a diferentes épocas, se revive el mundo de las operaciones, pero no
tanto sobre el terreno, sino a través de sus vericuetos administrativos y
organizativos. La lucha por el poder, no sólo entre bandos, sino dentro del
mismo, y los continuos engaños pergeñados para confundir a los rivales. Y entre
todo ello, intriga, muerte, fidelidad e, incluso, amor. Y sobre todo, los ideales
que inspiraron aquella guerra silenciosa, la lucha por la paz (aunque por ella “no
quedará piedra sobre piedra”), y los ideales últimos de sus protagonistas (“sacar
a Europa de su oscuridad”) Una novela que reivindica, no sólo el género, sino
la labor que lo inspiró.
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