Jean-Luc, el protagonista, es un hombre sin
escrúpulos, un cínico entre cínicos dispuesto a cualquier cosa con tal de
lograr el éxito, el poder y el amor; su auge y caída serán los de todos los de
su especie y, aunque al final se encuentre sólo, le acompañarán los fantasmas
de todos aquellos a los que pretendió imitar y que en el fondo eran como él.
Es, en fin, la historia de una fatal predestinación que confronta el ansia por
el poder, la sofisticación y el dinero, frente a los sentimientos que rigen a
las gentes sencillas, conscientes de sí mismas, fieles y leales, que llaman a
su conciencia, sin conseguir despertarle. Como es habitual en Irene Nemirovski,
la autora crea una galería de personajes intensos, perfectamente dibujados,
creíbles porque son reales, como las situaciones que enfrentan, con un amplio
muestrario de sentimientos y emociones, matices sutiles… Una narración surgida
de lo profundo del alma de quien, con su intensa peripecia vital, pudo vivirlas
de cerca. Con todo, la autora se muestra como una precisa relatora de la
realidad, casi asépticamente, narra con frialdad los hechos y la inevitabilidad
de los mismos; cuenta lo que ve y lo juzga sin pasión; disecciona lo que
acontece y expone al lector ante un espejo de emociones en las que sin duda,
puede ver la realidad. No engaña, presenta sentimientos desnudos. Una vez más, Irene
Nemirovsky logra una novela genial a partir de los hilos que mueven la condición
humana. La autora, recientemente redescubierta, tiene una enorme capacidad de crear
maravillosos relatos de un altísimo nivel literario, emotivo y estético, el
estilo Nemirovsky. Pocos casos en la literatura pueden encontrarse en los que el
conjunto de la producción sea tan rotundo, coherente y homogéneo; sea cual sea
la obra elegida (Suite francesa, El vino
de la soledad, el ardor de la sangre, el baile...), sus descripciones de ambientes, personajes, ropas, flores,… todo… son realistas y preciosistas, y su acercamiento
a los sentimientos humanos, crudo, pero sincero. En todas ellas, en cualquier
caso, el placer por la lectura queda completamente satisfecho.
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