Es,
sin duda, una de las mejores novelas históricas nunca escritas y que podría,
sin ningún reparo, ser considera un arquetipo de la perfecta obra del género. Ambientada
en los últimos años de existencia de la orden del Temple, desde la pérdida de
Acre, último bastión continental en Tierra Santa, hasta poco después de la ejecución
pública del último gran Maestre de la Orden, la novela relata la vida de un
caballero nacido por y para la orden, Beltrán, quien, con el devenir de ésta,
se encuentra exiliado geográfica y anímicamente. Beltrán, el arquetipo del monje
guerrero, cumplidor de las normas, fiel, recto y virtuoso, ve como su mundo, la
Orden, se desmorona a su alrededor y, con todo, permanece fiel a la misma,
porque aquello que le inspiró sigue vigente en su corazón. Las intrigas del rey
de Francia, las dudas del papado, los intereses comerciales de venecianos, la
presión de los mamelucos... todo ello confluye en una obra formalmente casi perfecta,
con excepcionales descripciones ambientales y de personajes, con una gran habilidad
para describir tanto escenas bélicas de gran crueldad, como los paisajes campestres
o urbanos donde se desarrolla la acción. Las pasiones humanas, sus contradicciones,
los intereses políticos se cruzan con la honestidad y la nobleza, en un paisaje
histórico fidedigno, bien documentado y expuesto sin alardes de erudición, con
normalidad, como debe ser, porque la vida, ahora e históricamente, ante todo es
normal.
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