Paul Auster, el gran narrador neoyorquino,
escribió esta preciosa joya a modo de cuento de Navidad urbano, para los no
creyentes, aunque sin olvidar los grandes valores de la celebración: la
amistad, el cariño, el acercamiento a los desvalidos. Una preciosa metáfora
(urbana) del paso del tiempo, de la esperanza, del recuerdo de los ausentes, en
una narración sencilla, llena de sutilidades y destalles exquisitos, y en la
que el poder de las imágenes, las reflejadas en las palabras, y las descritas
en la propia narración, abren paso a un camino melancólico y soñador sobre el
paso de la vida.
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