De entre las novelas
de espías, las de John le Carré marcan el canon; y de entre todas ellas, “El
espía que surgió del frío” es una de las más representativas. La Stasi, el
telón de acero, los agentes dobles,… todos sus elementos nos remiten a una
época que marca el culmen del género. En este caso, el doble juego de los protagonistas,
bien consciente, bien accidental, marcan el devenir de una historia que
comienza en un paso fronterizo, y culmina en el asalto a una frontera. Además
de la intensidad de la trama, de la actividad de los personajes, de las
presencias en segundo plano que sobrevuelan la obra, de los finos diálogos, hay
algo más en las novelas de Le Carré: la humanidad de sus protagonistas quienes,
inmersos en un mundo malvado, tienen un fondo ético en el que siempre se
reconoce el bien, claramente diferenciado del mal. La ambigüedad de las
situaciones no da margen a mailinterpretar sus motivos y a diferenciarlos con
claridad. No hay personajes dicótomicos, todos tienen sus zonas de sombra, pero
en todos se identifica el fondo que les mueve hacia el bien o hacia
el mal. Son novelas, humanas y creíbles que, acompañadas de un profundo conocimiento
del contexto político y social en el que se desarrollan, las hace sumamente
atractivas.
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