Maalouf es un gran
escritor, un autor sencillo, sutil, dotado de una prosa suave y cercana; un
escritor a quien agrada leer. Pero hay dos escritores: el actual, autor de novelas de tesis, centradas en la identidad cultural, el choque
de civilizaciones, cuyas obras se encuentran trufadas de un pesimismo
expectante, en las que la pesada mochila de quien procede de una familia
desarraigada y viajera, provoca una visión de un futuro incierto, con señales
amenazantes; y el Maalouf inicial, el joven escritor de soberbias
novelas históricas (“Samarcanda”, “La roca de Tanios”, “Los jardines de Luz”, “León
el Africano”…) o impresionantes ensayos (como “las cruzadas vistas por los
árabes”) quien, con las mismas herramientas literarias crea obras de
trasfondo optimista, brillantes… En ambos casos, el autor utiliza protagonistas
que comparten muchas características: personajes claros, sinceros, equilibrados,
con sus luces y sus sombras, serenos… que ven y reconocen el mundo que, por
contraste a ellos, lo social frente a lo individual, es violento y atormentado….
En todos los casos Maalouf identifica cuales son los caminos de redención: la
empatía, el conocimiento, el saber, la poesía, la ciencia. Con estos mimbres se
crea la obra del gran autor que es Maalouf. Y si bien, son comunes, es cierto que las últimas novelas de
Maalouf están tan centradas en el mensaje contemporáneo: sus inquietudes, sus preocupaciones,
su desgarrador análisis de la realidad, que llegan a ser casi angustiosas, alejadas
de es bondad luminosa que refulgía incluso en los pasajes más tenebrosos de sus
primeras novelas. En “Nuestros inesperados hermanos”, en un futuro un cercano, un grupo secreto muy avanzado tecnológicamente trata de tender la mano al mundo para
evitar su destrucción. En sus manos está eliminar la amenaza nuclear, curar las
enfermedades. Sin embargo, el mundo, la sociedad, no se hace merecedor de ese
regalo, por lo que le es negado y hasta que aprenda a gestionar sus oportunidades, a ser acreedor de las
bondades de la paz y la vida. Desarrollada en un pequeño pueblo marinero de
Francia, es una historia que podría tener vigencia en casi cualquier lugar y época: el egoísmo, el miedo y la frustración, como lastres de
unas sociedades que se prefieren mirarse a sí mismas, antes que tender la mano
a sus vecinos.
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