Gran parte de la
obra de Amin Maalouf nos presenta a Oriente Próximo como el crisol de las
culturas actuales, allí donde se junta la herencia de Oriente, con la
modernidad grecolatina. Esta obra no es una excepción, aunque aporta un matiz
novedoso y es la sensación de fin de ciclo, de ocaso cultural. Su tradicional
visión optimista, positiva, amparada en la transversalidad cultural, la
globalización de la cultura y el conocimiento, adquiere tintes sombríos, como
en sus últimos trabajos, y le aporta una visión pesimista. Partiendo de la
historia de su familia, a caballo entre Egipto y Líbano, repasa como el gran
ideal panarabista, modernizador., ha acabado llevando a la decadencia al mundo
árabe y, con él, aunque no a causa de él, al conjunto de la civilización. Si un
mundo árabe progresista y libre debía servir de punto de encuentro y de
alimentación espiritual a las actuales civilizaciones occidentales, los fallido
intentos finiseculares han llevado a un punto en el que hay muestras
inequívocas de regresión. Maalouf piensa que aún hay tiempo, aunque hay mucho
trabajo que hacer, muchas barreras que saltar, muchos obstáculos que evitar.
Mejor ensayista que novelista en su madurez, Maalouf aporta, una vez más, una
visión tranquila y sosegada del panorama de su inestable mundo natal.
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