La noche se acerca,
y como si en un vórtice dramático ocurriera, todo se confabula para hacer de
ella una noche especial: el calor asfixiante, las pasiones desatadas, la
amenaza de tormenta, el miedo, la oscuridad… Todo se confabula para que en un
ambiente opresivo, la noche asuste. Y todos en el pequeño pueblo se preparan
para jugar su papel: los policías locales, los amantes, el tabernero, el
retrasado del pueblo, el empresario que vive aislado en el acantilado, los
extorsionadores… Todos se acercan indefectiblemente hacia los sucesos que
conducirán al inevitable y trágico final… Con el amanecer, llegan las
consecuencias. La muerte hace su aparición, pero no los asesinos, y el ambiente
que explosionó durante la noche, sigue latente. El día muestra las relaciones,
los personajes como son, con sus historias que muestran que nadie es quien
parece ser, todos llevan una doble vida, todos tienen algo que ocultar, todos
están dispuestos a romper con los demás. Un grupo de personas dominadas por la
sangre, su sangre, sus raíces, sus odios y temores, que irán aflorándolos hasta
participar en el inevitable desenlace. Todos tienen un rol que jugar. Todos
tienen un personaje oscuro en su interior. Bajo esta opresiva situación, la excepcional
novela de Ravelo, primera parte de la saga de la Iniquidad, es una obra de un ritmo
tan rotundo como sus personajes. Excelentemente escrita, con una trama racial y
verosímil, el autor no da puntada sin hilo: la perfecta y compleja trama,
adornada con giros de acción que se antojan previsibles tras ocurrir, pero que
nunca se ven venir, nos habla de pasiones personales, sin personajes maniqueos,
plenamente humanos. Es una novela dramática, brutal y creíble, extraordinaria.
Una auténtica joya.
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