
De vez
en cuando la literatura nos regala pequeñas joyas que parecen concebidas para lograr
el alto fin de hacer disfrutar al lector y, además, enriquecerle. William Ospina,
con una prosa exquisita y un estilo elegante y erudito, narra la historia de
los personajes, más que personas, quienes, en el verano de 1816, en Ginebra,
tras una vida enloquecida, dieron a luz a los grandes mitos de la literatura de
terror contemporánea. Pero aquello no fue solo un proceso creativo, sino el momento
culminante de unas vidas intensas, de fuertes pasiones entrecruzadas en las que
el odio, el abandono, el engaño, tuvieron un papel predominante y configuraron
el carácter de sus protagonistas. Este excepcional libro, parte novela, parte
biografía, parte ensayo, es la excepcional crónica del proceso creativo que
arraigó en Polidori, Byron, Shelley… e hizo de sus vidas una crónica más
tenebrosa aún que la de sus obras. Pocas veces se puede disfrutar de tal manera
leyendo un libro; pocas veces la intensidad narrativa es tan alta; pocas veces
el interés se prolonga más allá de las páginas de un libro. Y esta es una de
esas veces. Una oportunidad que no se debe dejar pasar. Una auténtica delicia.



















Una exposición especialmente dedicada a los
muy fans de la pintura y escultura clásicas del Seicento italiano, y para todos aquellos interesados en la
historiografía de las colecciones reales españolas, que no cesan de ofrecer
sorpresas, como las obras de esta exposición que, por primera vez (en torno a
la mitad de la muestra), se exponen al público. No es una exposición sencilla,
ni fácil de comprender. La variedad de autores, la abundancia de obras, el
discurso narrativo de la muestra y la heterogeneidad de temas (el principal
nexo es la fecha y el origen de las muestras), dificultan obtener provecho, y llevan
a una rápida saturación visual. No cabe duda de la excepcionalidad de las
obras, algunas de ellas, obras maestras de primer nivel, ni de la calidad
general de la muestra; pero no es una exposición didáctica, es compleja para el gran público, muy alejada de
las recientes y exitosas muestras que las grandes pinacotecas madrileñas,
especialmente Prado y Thyssen, ofrecen de manera regular al público.
Apabullante, densa y excesiva, agradecería una mini-guía que dirigiera al
espectador a las obras principales, como los Cristos de Bernini, y Le Brun, “La
Conversión de Saulo” de Reni o “La túnica de José” de Velázquez…., y dejar el
grueso para estudiosos.
















