sábado, 13 de agosto de 2016

“Muerte en la rectoría”. Michael Innes. Siruela

El aire profundamente british de las universidades británicas (elitista, sapiencial, y excluyente) es perfectamente recreado (y, en cierto modo, ridiculizado) por Michael Innes, un autor desconocido del gran público, y que se adentra en el mundo de la novela detectivesca inglesa de inicios del siglo XX donde, con diferentes matices, Christie, Chesterton y otros, marcaron hitos. La historia es, también, un clásico del género: el asesinato encapsulado, escenarios sin posibilidad de entrada y salida, donde las respuestas deben buscarse, y encontrarse, interiormente. Aunque la trama es algo confusa por las continuas interacciones entre protagonistas, y la obsesiva recreación de las agendas de cada protagonista, la resolución es ingeniosa y cumple con el que debería ser el principal mandamiento de la literatura policíaca: lector y protagonista reciben la información al mismo tiempo, y así, el lector puede implicarse en la trama y no limitarse a observarla. Este defecto, habitual en las novelas de Christie, marca el límite entre el mero entretenimiento y el interés. A destacar la excelencia recreadora, que corresponde, como no podía ser de otra forma, a quien ha vivido el mundo que describe; y la solidez del detective Appleby, que sin grandes alardes, casi con discreción, se convierte en un personaje tremendamente sólido. Todo un éxito el de Siruela, el de incorporar a Innes en su catálogo.

“Mercado de Invierno”. Philip Kerr. RBA


“Mercado de Invierno” aúna en sus páginas todos los efectos que un superventas puede tener. Pretendidamente asequible, es vulgar; pretendidamente interesante, es entretenido. Y nada más. Su lanzamiento, quizás lo único acertado de todo el proyecto, aprovechó la popularidad del entrenador de fútbol José Mourinho para resumir su argumento: polémico entrenador portugués asesinado en la Premier. Ya está. Lo peor de todo son las intenciones del autor (que, para no engañar a nadie, se anuncian en la contraportada), en las que anuncia que con este libro quiere “hacer que los hombres vuelvan a leer”, siendo para ellos como J.K. Rowling para los adolescentes. Y como los hombres deben leer hay que alimentarlos con fútbol, lenguaje soez, un puntito de sexo, etc.. En definitiva, un planteamiento lamentable. Posiblemente sería mejor que la tarea de animar a los hombres a la lectura (¿) se le encargase a la propia J.K. Rowling, que sin ser una gran escritora para adultos hasta el momento, su intento con “Una vacante imprevista” está a años luz de este libro (físicamente lo es). En definitiva, un libro totalmente prescindible, una mala noticia para los hombres lectores, y un título del que la prestigiosa RBA en su serie negra, debería prescindir.

sábado, 6 de agosto de 2016

“Suave es la noche”. Francis Scott Fitzgerald. Hermida

“Suave en la noche” es mucho más que la afamada y emblemática obra del autor de “El Gran Gatsby”, uno de los mejores novelistas americanos, es la crónica veraz y realista de una época, los años veinte, y de una alta sociedad que, alocada, vivía de fiesta en fiesta ajena a la realidad; “Suave en la noche” es, en fin, el resumen de la vida de su autor. Considerada una narración en gran medida autobiográfica, “Suave en la noche” no puede entenderse completamente sin conocer la biografía de Fitzgerald, y el descenso a los infiernos que supuso la última parte de su vida en la que, deslumbrado por el éxito, fiestas, alcohol, y mujeres fueron su leit motiv, un continuo huir hacia adelante en medio de un fantasmal y onírico paisaje de glamour y exclusividad que tanto a él como a sus protagonistas, los aislaron de la realidad. Tras un titulo sincrético y magistral (la noche, como el glamour festivo, opuesta al día y la realidad), esta novela es la necesaria exorcización del autor para consigo mismo. Y como tal, fluye a borbotones con un estilo pulido, suave, de alta calidad, quizás lo único que nunca llegó a torcerse en la vida de Fitzgerald. Su vertiginosa vida con Zelda (“era una tradición entre ambos no estar nunca tan cansados como para no hacer nada”) y su necesidad autodestructiva de divertirse como objetivo último de su existencia, degeneran en una dependencia fatal (“Ella de ocio sabía poco, pero sentía hacia él el respeto de los que nunca lo han tenido”) que, en último término, acabará destruyéndolos. Ese es, y no otro, el resumen de su vida, el de Francis y Zelda y el de sus protagonistas.

miércoles, 3 de agosto de 2016

“Roma”. Julien Gracq. Confluencias

Roma narra el acercamiento de su autor, el surrealista Julien Gracq a la cultura y tradición romanas y, con ellas, al clasicismo y su trascendencia en la cultura occidental. Desde su posición rupturista, rebaja a Roma a un montón de ruinas y paisajes destruidos, en los que, sin embargo, es capaz de reconocer el germen de la tradición, de la acrisolada cultura europea. Si bien desde un plano disgresor, Gracq llega a rendirse al influjo de Roma, que identifica en cada rincón a la vista de sus nobles restos (“es la única ciudad del mundo que se asemeja a una autopsia”), valorando su teatralidad barroca y la cotidianeidad de su arte, que se hace doméstico, nada indigesto. A pesar de ello, su valoración final es negativa: ciudad tesoro, la ve anclada en su pasado, alejada del mar, dando la espalda a la modernidad; pero en él se vislumbra un sentimiento de frustración; es el rechazo hacia alguien a quien se ama y que le gustaría que fuera a su imagen y semejanza. Más que un relato de odio, es de desamor.