lunes, 24 de octubre de 2016

“El Bosco. La exposición del V Centenario”. Museo del Prado. Madrid (31/05/16-11/09/16)

El BoscoLa antológica del Bosco que presentó este verano el Prado merece ser considerada el gran acontecimiento cultural del año en Madrid. Una exuberante y magnificente aproximación al gran artista holandés, del que El Prado atesora algunas de sus mejores obras. Pintor heterodoxo, no deja indiferente a nadie, como no dejó a su gran mecenas Felipe II que siempre supo distinguir entre el arte propagandístico y cortesano, y aquel para su disfrute persona,l a su gusto; gusto que se antoja completamente actual si queremos ver en el Bosco a un gran crítico social, un precursor del surrealismo, o un colorista impenitente. Con un grandísimo dominio del dibujo, las obras del Bosco conjugan el tono enigmático de su significado, con el humor evidente de sus formas, en el marco de un planteamiento completamente original, tanto para su época como para la nuestra. El gran valor que aportó la muestra del Prado fue ser capaz de hacer llegar al gran público un autor de difícil interpretación, a pesar de su aparente evidencia. Asimismo, se ha tenido la oportunidad única de juntar las  grandes obras del autor, no solo las residentes en museos españoles, como “El tríptico del carro de heno”,  “EL tríptico del jardín de las Delicias”, o el “San juan Bautista en meditación”, sino las de los grandes museos europeos que atesoran su producción, como las “Visiones del más allá”, “El prestidigitador” o “La batalla entre Carnaval y Cuaresma”. En definitiva, un gran acierto que engrandece al Prado como gran museo Nacional, y permite al público acercarse a un artista diferente, cada vez más valorado y, desde ahora, tremendamente (y con justicia) popular.

sábado, 8 de octubre de 2016

“Cuentos inquietantes”. Edith Warton. Impedimenta

Con un título que provoca confusión, se presenta esta selección de obra breve de Edith Warton, una gran escritora, poco conocida por el gran público y que encarna el gran momento novelístico de la América de finales del XIX y principios del XX. Sin poder evitar la influencia de Henry James, Warton goza de la individualidad que le aporta su grandísima capacidad creativa y la facilidad para generar ambientes y atmósferas, elementos propios de la literatura fantástica, que aquí se ponen al servicio de la narración. Una gran cuentista, en el positivo sentido del término, mostrando una gran habilidad en un género en el que es difícil destacar o, más bien, en el que es fácil encallar. Los relatos, que abarcan una amplia gama de situaciones e historias, diversas, y ricas, son inquietantes en tanto que lo son sus protagonistas, que Edith nos muestra impasibles, casi inabordables, envueltos en su propia burbuja e individualidad, convirtiendo su entorno en un mundo diferente y, con ello, inquietante. Literatura inteligente que requiere lectura sosegada para su deleite.

“Blues de invierno”. Gabriel Albiac. Confluencias

Un grupo de españoles, antiguos compañeros en su juventud, confluyen en Nueva York, cada uno atado a sus circunstancias, y se ven inmersos en una trama internacional de corrupción y muerte. Novela prometedora en su planteamiento, se desinfla a medida que el lector profundiza y se  ve rodeado en una semántica plagada de intentos del autor de aparentar ser un enfant terrible de la novela. Las formas son importantes, pero no son el principal objetivo, no sirven al relato, sino al lucimiento de su creador y es ahí, donde la novela cojea. Si bien el argumento es ingenioso, la trama se encuentra razonablemente urdida, y la construcción de los personajes se muestra sólida (atentos a Yuki, todo un descubrimiento), el narcisismo del autor acaba opacando  su propia obra, y al final, la debilita; en aquel momento de una novela negra en que la trama profunda debe aflorar a la superficie, aquí acaba naufragando, sin posibilidad de rescate, dejando la sensación de un dibujar un mal final. Otro enfoque, una mayor pureza, un trazo más limpio, habrían podido corregir el rumbo y hacer, entonces sí, una gran obra. Se queda en el intento. No es una obra memorable, tan sólo es entretenida.

“1212. Las Navas de Tolosa”. Jesús Cano de la Iglesia. Ponent Mon

En verano de 1212, al norte de la provincia de Jaén, se enfrentaron dos mundos, dos religiones, y dos concepciones de estado: el califato almohade, representado por el califa Al Nasir, y la confederación cristiana comandada por Alfonso VIII de Castilla. Aquella batalla supuso un cambio decisivo en la historia peninsular, confirmando la pujanza de los reinos del norte y el declive definitivo del poder musulmán en el sur. La frontera se fijó en  Sierra Morena y a partir de ese momento, al Ándalus no haría más que menguar. Jesús Cano, guionista e ilustrador, nos cuenta la historia de esa batalla, en un magnífico cómic que, conservando las características propias del cómic épico, no desmerece en cuanto a rigor histórico. La génesis y las consecuencias de la batalla, confluyen con la trama de dos protagonistas Álvaro y Abu Ibrahim quienes, desde sus respectivos bandos, dan cuenta del valor, fanatismo, miseria, nobleza, tropelías y actos heroicos que acompañan a los grandes momentos de la historia. Sin ser un libro de historia, es historia, siendo un cómic, es realista. Una magnífica oportunidad, entretenida e ilustrativa para recrear un momento clave en la historia de España, y disfrutar de la plástica de una guerra medieval: pendones, palenques, escudos, órdenes militares, caballeros, reyes y villanos.