La
culminación de la saga de odisea espacial, retoma el pulso a la exitosa
historia inicial, la presencia de una inteligencia extra galáctica impulsora del
desarrollo de las civilizaciones, y revive a sus principales
protagonistas: Bowman, Dave y Hal. En este caso, la historia se desarrolla en el
año 3001, cuando la civilización humana, ya ocupa todo el Sistema Solar, y ha
alcanzado altas dosis de desarrollo técnico; una sociedad en la que los principales
problemas que asolan a la humanidad en el siglo XXI (energía, clima, pobreza)
parecen haber desaparecido. Una civilización hedonista y perfeccionista, distante
de su pasado que, a pesar de todo, se encuentra bajo la amenaza de sus
vigilantes, los creadores del minisol Lucifer, los impulsores de civilizaciones,
los constructores de los monolitos. Estos, convencidos de que la sociedad
humana ha resultado un experimento fallido en el siglo XXI, deciden, como antes
con la vida joviana, destruirla. Las instrucciones a los monolitos, demoradas
por el tiempo en transmitirlas, no han podido tener en cuenta la situación
actual, por lo que, en una lucha contra el tiempo, se debe buscar la forma de
eliminar la amenaza apoyándose en la conexión entre los protagonistas y el papel
de caballo de Troya que juega Dave. Este final de serie, necesario, no
se encuentra a la altura de los planteamientos y expectativas generadas por la
primera parte, que supuso un auténtico hito en la ciencia ficción, y un referte
del género. Si bien retoma el interés perdido en Odisea 3, no pasa de
ser una novela más, en la que el principal interés radica en, con la
perspectiva del lector, conocer la visión que, a finales del siglo XX, cuando
fue escrita, se tenía del futuro de la Humanidad. El final, decepcionante en su
resolución, es reflejo del agotamiento de la idea, infelizmente rematada.
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