El el siglo I a.C. Cicerón, el gran
prócer republicano, senador, amigo y posteriormente adversario de Julio César,
un político, filósofo y retórico que encarnaba las grandes virtudes del Estado
de Roma, en el ocaso de su vida, escribió “De senectute”, un tratado en
el que, imitando el estilo tan aclamado de su admirado Platón, a modo de
diálogo, diserta sobre la vejez, como una parte necesaria e inevitable de la
vida, que considera la mejor, y en la que la experiencia, la sabiduría, los
nuevos placeres, permiten vivir en plenitud. Cargada de recomendaciones,
vivencias propias, y ejemplos de lo que hoy llamamos saber vivir, en
esta obra Cicerón reflexiona sobre las etapas de la vida, sus pros y sus
contras, concluyendo que puede ser un momento de éxtasis y de placer en el que
saborear nuevas experiencias de la vida, imperecederas, trascendentes, en la
que lo que importa no es la fuerza física o el sexo, sino el vigor mental, la reflexión
y la mirada experta sobre la vida. Una mirada intemporal sobre la vejez, porque
la sabiduría de los ancianos, esa sí que no envejece.