Si Manuel, protagonista de La busca, es el arquetipo de protagonista en las novelas sociales de Baroja, Zalacaín lo es en las novelas de ambientación vasca, en las que el carácter noble, indómito, racial, aventurero…, destaca sobre toda circunstancia. Y en este caso, además, en una ambientación, en el espacio y en el tiempo, típicamente vascas: las guerras carlistas, y el territorio vasco-navarro, incluyendo la vertiente francesa. La descripción de la sociedad vasca y sus tradiciones, idealizadas (baste destacar en los protagonismos y en los diálogos la confrontación castellanos-vascos e, incluso, navarros-vascos) son el verdadero eje sobre el que pivota la obra que, bien hilvanada, es una auténtica novela de aventuras, constituyendo uno de los referentes del género en la literatura española, con tan pocos y, a la vez, tan excelentes ejemplos. Zalacaín es, en el corpus barojiano, una de sus mejores novelas y en uno de los subgéneros menos habituales del autor, la novela de aventuras que, aunque cultivada en varias ocasiones, no llega a ser la más característica de Baroja. Si bien todas sus novelas tienen un matiz aventurero, y enfrentan a sus protagonistas con hechos llamativos que les obligan a tomar decisiones trascendentes (por acción u omisión), los protagonistas vascos viven experiencias muy alejadas de la realidad cotidiana del autor (en cuya descripción es un maestro); son, por ello, son novelas que se desarrollan en épocas pasadas, en un ambiente tradicional y épico que, en el fondo, le es ajeno y que distancia a través del tiempo. Con todo, Zalacaín es una entretenida obra que narra la vida que pudo ser en la frontera durante las guerras carlistas.

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