
viernes, 19 de octubre de 2018
“Los senderos del mar”. María Belmonte. Acantilado.

“El Gran Meaulnes”. Alain Fournier. Anaya.

Muchos son los adjetivos con los que se podría calificar esta excepcional novela de Fournier: mítica, reveladora, onírica, simbólica, bella, sugerente... Más allá de una historia de amor juvenil, es una reflexión sobre los sueños de juventud, la formación sentimental, la realidad y la vida. Novela aparentemente dirigida a un público juvenil, es un clásico que se puede releer en cualquier momento, pues su capacidad de evocación se mantiene en el tiempo. Sus paisajes, sus acciones, su contenido casi mágico, la búsqueda del Dominio perdido, se convierten en una aventura que trasciende a los personajes y hace partícipes a los lectores. La suavidad con que discurre la trama, la belleza de los paisajes invernales, la sencilla vida rústica, el poder de los sentimientos que se expresan, y sobre todo, la sensación de realismo que provoca una historia con alto contenido biográfico, la hacen del lector, y siendo del lector, entran en su caudal de sentimientos y sensaciones. Por ello es difícil de olvidar, por eso siempre se vuelve a ella. Un libro para recordar antiguas emociones, siempre moderno, siempre de actualidad, porque habla de sentimientos sencillos y puros, magistralmente descritos; a lo que se une la edición de la mítica colección “tus libros”, de Anaya, que tanto hizo por la iniciación a la lectura, con sus documentadas ediciones que aportaban siempre una doble lectura y fomentaban el ansia por saber y explorar. Una auténtica delicia.
“¿Por qué corre Sammy?”. Budd Schulberg. Acantilado.

Sammy siempre va corriendo, siempre quiere llegar lejos, es un oportunista, sabe encontrar su sitio, y en esa carrera hacia el éxito, nada le para. Sabe que es lo que tiene que hacer y todos cuantos están a su alrededor se preguntan “¿Por qué corre Sammy?”. Una excepcional novela que recrea a la perfección el mundo del periodismo y, sobre todo, de la industria del cine en los años 40; una selva en la que no necesariamente el más fuerte, pero sí el más listo, tiene todas las papeletas para triunfar. Y ese chico listo es Sammy quien, de alguna forma, busca la felicidad que se le negó de joven. Y ese recorrido, desde el presente al pasado atravesando el triunfo, es el que hace el lector, y uno de los grandes aciertos del libro, es su capacidad para mostrar progresivamente el por qué de la velocidad de Sammy, descubriendo que no es una carrera para llegar, sino para huir. La deliciosa escritura, en un estilo que nos recuerda vagamente a Dashiell Hammet, con sus antihéroes, su lenguaje canallesco, su conocimiento de las míseras humanas, nos trae como regalo un gran personaje femenino, Kit, la luz que brilla entre las tinieblas de un mundo oscuro y competitivo, un gran personaje para la literatura, mujer fuerte, idealista, de gran personalidad, que constituye el contrapunto perfecto al personaje de Al, el narrador y observador de la continua carrera de Sammy. Un libro para disfrutar.
“Sapiens. De animales a dioses”. Yuval Noah Harari. Debate.

domingo, 7 de octubre de 2018
“Victor Vasarely. El nacimiento del Op Art”. Museo Ncional Thyssen-Bornemisza, Madrid. 7 de junio al 9 de septiembre de 2018.
Asistir a una exposición de Op-Art supone, en cierto modo, un acto de fe,
se debe acudir con el convencimiento de que es un estilo, una corriente más,
dentro del mundo del arte. Siendo así, la exposición de Vasarely supondría un
equivalente a las grandes antológicas que en su momento reflejaron en Madrid la
obra de Velázquez, Goya, Monet o Dalí, sin embargo, y sin ánimo de
menospreciar, no son ejemplos comprables. Aceptemos el Op-Art como una corriente
artística; aceptemos la intelectualidad subyacente; aceptemos a Vasarely como
su gran profeta… y sí, entonces podríamos decir que estamos ante una exposición
de referencia, que muestra sus principales etapas, influencias y fundamentos. Y
entre sus diferentes series, veremos cómo surge el cinetismo, la influencia planetaria,
la visualización analítica del color… pero con todo, expuesta en el mismo edificio
y al mismo tiempo que Monet y Boudin, por mucho que queramos presuponer, siempre
parecerá algo distinto: un movimiento plástico, decorativo, interesante quizás,
pero poco más, salvo para los auténticos fans
o para los estudiosos, pero lejana al sentimiento del gran público. Un estilo
frío, complejo, inaprensible, distante, que se viste de culto y es, en general,
incomprensible.
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