“Los pilares de la Tierra”, primera parte de la trilogía que cierra “Una
columna de fuego” fue un libro notable. Supuso una verdadera revolución en la
novela histórica, en un momento álgido del género, y supo atrapar a miles de
lectores que descubrieron algunos de los fundamentos de la vida monacal, la
arquitectura medieval, y la sociedad de la época. “Una columna de fuego” no es
una digna sucesora del original. Sí se trata de un best seller, una novela entretenida, sin dificultades, que combina
acción, romance e intriga, pero no es una novela histórica. Es una novela que
se desarrolla en la historia y en la que
el autor, amparándose en el prestigio ganado en obras anteriores, transmite una
imagen de la época sumamente manipulada y maniqueísta, tanto que llega al
esperpento en algunos de sus pasajes. Cuando un autor quiere hacer novela
histórica divulgativa, debería tener en cuenta que posiblemente parte del
público considere verdades algunas de las cuestiones planteadas y en tal caso,
hay que pasar del oficio de escritor al de historiador; si no se hace, se corre
el riesgo de caer en la desinformación o en la manipulación. Los personajes
buenos (ingleses protestantes tolerantes a los que les duelen los
enfrentamientos y todo lo hacen con amplitud de miras), son buenísimos y
compendian todas las virtudes, mientras que los personajes malos (los católicos
europeos, bajos, zafios, tenebrosos, míseros y deleznables), son malísimos y un
concentrado de maldades. Ese es el resumen histórico de la novela. Sí, puede
alegarse que es ficción, pero aunque ese alegato sea legítimo, ¿no merecería la
pena haber dado un paso más y hacer algo de historia?. Libro entretenido, sin
más. Y de histórico, lo justito.
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