La búsqueda de Kurtz por Marlowe es la gran reflexión sobre el análisis y reconocimiento de los demonios interiores, los de una sociedad que, su momento, saqueó y masacró inmisericordemente el llamado Congo Belga, todo al servicio del lujo y esplendor de las opulentas sociedades occidentales. La historia, bien conocida, cuenta como un nuevo agente comercial de una compañía exportadora de marfil, ha de encontrarse con un hombre mítico, el mejor agente, el que más logros alcanza quien, sin embargo, totalmente integrado en una naturaleza cruel, tanto como sus propios métodos, en una huida hacia adelante, ha desaparecido, absorbido por la selva, protegido por las tribus a las que domina con mano férrea. Kurtz, el agente perdido, el generador del terror en las tinieblas de la selva, se convierte así en el personaje central o, quizás, en la idea central, pues apenas se deja ver en la obra aunque todo gire en torno a él. Marlowe, en cambio, como narrador, cuenta la historia en primera persona, adentrándose en la jungla, con la opresión constante del silencio, el calor, las enfermedades y el horror, el miedo que todo lo rodea, la sensación de vulnerabilidad, de indefensión ante un terror que, indefinido, se reconoce y presencia en cada momento. Una gran obra de terror, incluso de ficción histórica que, con maestría maneja las ausencias para descubrir miedos muy reales, quizás porque los llevamos dentro de nuestra conciencia.
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