Las dos primeras novelas de Murakami, son ya un clásico de la
literatura, los ejemplos donde se vislumbra el genio, pero que todavía no lo es.
Escritas mientras aún no se dedicaba profesionalmente a la escritura, en la
trastienda de su bar, a ratos libres, con fuertes rasgos autobiográficos ya muestran
el esbozo de su estilo: conciso, formal, elegante y pulcro, de lenguaje cuidado…
y sus temas, en principio triviales: el simple discurrir de la vida, el paso
del tiempo tras la barra de un bar, el análisis de la profundidad de las
relaciones, la aparición de episodios fantásticos, la música de fondo, el encuentro
cultural entre Occidente y Japón… todo ello ya está aquí. Pero no es aún
Murakami. Se le ve venir, se le intuye y se le reconoce, pero falta la
profundidad del Comendador, la sensibilidad
de Tokio Blues, o la intensidad de After dark. ¿Merece la pena?
Sí, sin duda, pero no como una primera aproximación al autor. Para los auténticos
fans pueden parecer decepcionantes, no por deficientes, sino por comparación
con sus obras cumbre. Murakami no es el típico autor cuya carrera empieza con
una obra esplendorosa cuyo camino trata de encontrar en los escritos
posteriores. No, Murakami, crece y mejora con el tiempo. Su prosa, en apariencia
básica, cuanto más escribe, más compleja es pero parece, incomprensiblemente, más
sencilla, siempre al servicio de las historias que, como todo en él, en una
segunda lectura, en un análisis ulterior, revela su complejidad y riqueza. En
este caso, un estudiante, su alter ego, sin nombre porque aún es
desconocido, narra unas vacaciones melancólicas, en compañía de El Rata, y
visitando el Jay´s Bar. Las relaciones pasadas y presentes, las expectativas
vitales, sus impresiones comienzan a fraguar unos años más tarde, ya en Pinball,
donde el estudiante vive una extraña relación con dos gemelas que conoce en la
calle y El Rata trata de encontrarse a sí mismo en el Jay´s. Pequeñas historias
que adornan el argumento principal, con personajes fantásticos, algunos de ellos
oníricos,.. todo ello es una excusa para describir el paso del tiempo y, con él,
las sensaciones, las reflexiones, las impresiones, que constituyen los verdaderos
argumentos de la obra de Murakami.
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