sábado, 2 de julio de 2016

“El viaje de Don Quijote”. Julio Llamazares. Algafuara

Con motivo del centenario de la muerte de Cervantes, el diario El País encargó a Julio Llamazares un viaje que siguiera, por la España del siglo XXI, la ruta que hiciera don Quijote. No pudo elegirse mejor narrador. Llamazares es el gran paisajista de la literatura española, y más, cuando el paisaje implica un viaje y, sobre todo, cuando ha de recorrer terrenos despoblados, en los que el hombre se enfrenta a sí mismo, sin ruidos. Y es que es ahí, en la ausencia de la gente, cuando, precisamente, más trasciende el poso social de la literatura de Llamazares. En los ambientes desolados, Llamazares encuentra el valor intrínseco del ser humano, como en el Don Quijote que, más allá de su valor literario, es una novela humana, de tipos profundos grandes y míseros, por encima de los convencionalismos. No es un viaje cervantino ni  académico, es una excusa para hablar de España, de una España actual que hunde sus raíces en la del Quijote y muestra que, a veces, es más cercana de lo que pensamos. ¿Cómo no evocar tiempos pasados en las ventas de Sierra Morena con su miseria latente?, ¿en el tránsito de los Monegros, con paisajes desoladamente manchegos?, ¿con los bandoleros de la las sierras catalanas?. Con todo, el halo cervantino siempre está presente; desde el inicio del viaje, Cervantes y su obra magna son la muleta que permite hablar de España, y ese es quizás uno de los grandes valores de Cervantes que Llamazares rescata parta el lector, su intemporalidad, su visión crítica y tragicómica de España, la anterior y la actual, porque es la misma. Todo ello en el estilo sencillo y a la vez profundo de Llamazares, quien no interpreta el paisaje, simplemente lo describe, propone preguntas y genera dudas que el lector no podrá evitar tener que responder.

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