El Prado lo ha conseguido una vez más: ha seleccionado un autor
reconocido entre los expertos, y lo ha sabido acercar al gran público a través
de una muestra de excepcional calidad, que debería entrar en el palmarés de los
grandes acontecimientos culturales del año. La antológica dedicada al veneciano
Lotto ha permitido al público español admirar al precursor del retratismo
moderno mediante una espléndida selección de obras, que aúnan excepcionalidad
técnica y compositiva y que nos obligan a incluir al autor, en el Olimpo de
autores Renacentistas. Los personajes que nos acerca Lotto a través de su ojo y
pincel, son personajes adustos, serios y, sobre todo, digno. No e de extrañar por ello, que los servicios del
autor fueran ampliamente requeridos. En un momento, el siglo XVI, en que el
individualismo, destaca sobre el grupo, en que el hombre es consciente de su
dimensión personal, Lotto es capaz de prolongar esa singularidad mediante un
retrato psicológico y sincero, trascendente, y a la vez, moderno, rompedor y diferente.
Las miradas de sus modelos, son difíciles de olvidar, parecen acercarse al
espectador, desde su magnificencia, escrutándole, devolviendo el interés del
primero; todo ello envuelto en un aura de profunda introspección, casi
melancólica, que confronta el renacer cultural de su época, con la autocontemplación
espiritual, profundamente filosófica.
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