Las
dos obras del ciclo de Paradox, son una rareza en Baroja: en el primer caso por
la temática y estructura claramente picarescas, herederas de la tradición
novelística española del género; y la segunda por su formulación teatral, a
base de diálogos y descripciones previas de “escenarios” y su desarrollo en escenarios
exóticso (Marruecos y Golfo de Guinea). En ambos casos, el tono humorístico
elegido, que en Baroja tiene fuertes matices sarcásticos, es el predominante.
Paradox, personaje polifacético, mixtificador y algo arlequinesco, a diferencia
de los habituales protagonistas masculinos de Baroja, muchas veces extremos ausentes
e indolentes, se convierte en el protagonista absoluto de las dos obras que
critican con ferocidad la falsa bohemia, la miseria, la baja catadura moral de
las clases dirigentes,el pseudocientifismo, la sociedad burguesa y, como es
habitual en Baroja, describen con realismo un mundo obrero y de bajos fondos,
excelentemente documentado y en el que los valores, aunque apegados a la
busca son, en el fondo, consistentes y coherentes. Muy diferentes en
calidad y profundidad (“Aventuras…” entra en el arquetipo de obras de Baroja
aunque tratada con humor a través de personas histriónicos; mientras que “Paradox,
rey” es una bufonada no disimulada, pero en la que Baroja no brilla) no
dejan de mostrar los elementos claves de la literatura de Baroja, con
excelentes descripciones ambientales (“la luz de un dia de marzo, alegre,
clara, reflejada en la pared blanca de la casa frontera, entraba por la ventana
como si viniera riendo y cantando) y las melancólicas visiones de los cielos de
Madrid que reflejan futuros sin esperanza, propios de una sociedad pobre y sin
remisión (“contemplo con punzante tristeza Madrid
a lo lejos, en medio de campos áridos y dedolados, bajo un cielo enrojecido...”)
Baroja nunca decepciona y, si bien, no son sus mejores obras, el
acercamiento al mundo fantástico de Paradox es otra forma de llegar al mensaje
esencial del autor: el determinismo, la injusticia de la sociedad para con las
clases bajas, pero la existencia de un espíritu de redención incrustado en lo más
profundo de los seres que, en los buenos, acaba aflorando.
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