La
inquietante modernidad de las figuras de Giacometti ubicadas en la Galería
Principal del Prado y en algunas de sus salas más emblemáticas, como la de las
Meninas, constituyen un justo homenaje a un autor que, desencantado con el
surrealismo, aún a costa de aislarse del mundo artístico de su tiempo, volvió la
vista atrás buscando referente. Los maridajes
que la exposición propone parecen expresamente diseñador por el propio autor:
la confrontación de sus figuras alargadas con los cuadros del Greco o las
figuras de la pìazza frente a las
Meninas, permiten el doble disfrute de las obras por separado y el atractivo
contraste que suponen. Frente a la formalidad y el realismo de los grandes maestros
barrocos, las esculturas silentes e intemporales de Giacometti alumbran una concepción
artística no tan lejana: como aquellos, el escultor ocupa el espacio, desde el
vacío, como contrapunto a la exuberancia pictórica. Una confrontación que en
absoluto desentona y que merece la pena ser admirada.
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