Excepcional exposición de una
figura reconocible por el gran público debido a la singularidad de su obra,
pero formalmente desconocida por alejarse de los grandes circuitos museísticos.
La pintora y fotógrafa polaca se nos revela en esta exposición como un espíritu
libre, dotado de una personalidad apabullante, auténtica líder cultural,
original, exquisita y glamurosa y dotada de una capacidad como pocas para
generar debate: por su estilo, por sus temas, por su vida. La exposición del palacio
de Gaviria es, además de una muestra de altísimo nivel artístico, con una gran
parte de sus obras más representativas, un reflejo de la vida de los años veinte,
esos locos veinte de Scott Fitzgerald que tiene su mejor trasunto artístico en la
obra de Lempicka. Dominando el panorama, coqueteando con las vanguardias,
Tamara se constituye a sí misma en la vanguardia, con una obra intensa, emotiva,
soñadora, alegre y al tiempo profunda, hija de su tiempo, donde la huida hacia
adelante no acalla las voces interiores de drama y desarraigo del mundo de
entreguerras.
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