decía en sus memorias que “Aurora Roja” era, posiblemente una de sus mejores
obras. Así lo es, tanto por su valor individual, como por ser el colofón de la
magnífica trilogía “la lucha por la vida”, junto a la excepcional “La busca” y
la transitoria “Mala Hierba”. A lo largo de la trilogía vemos la evolución, no
sólo de su protagonista principal, el inicialmente abúlico Manuel, sino de la
sociedad y el paisanaje español, y muy específicamente madrileño. La
lucha por la vida cuenta la historia de un joven de provincias, sin
formación, que debe adaptarse a la vida en los bajos fondos de Madrid. Sin
malicia, pero sin voluntad, se deja llevar por la infinitud de situaciones que
el rico, aunque sórdido, panorama le ofrece, esperando siempre “la buena”, la
oportunidad que le saque del arroyo. En el colofón que supone “Aurora Roja”
Manuel, algo más centrado, asienta su vida en torno a su trabajo y al afán de
su hermana, la Ignacia y su compañera Salvadora, dos ejemplos de mujeres
discretas, a la par que luchadoras y enérgicas. Mientras su hermano Juan, huido
del seminario, le acerca a la vida de los movimientos sociales emergentes, el
socialismo y el anarquismo. Un verdadero retrato de la época, con sus
tensiones, sus ansias y afanes y con un trasfondo final, la lucha por la vida
no se regala, se gana con esfuerzo y con tesón. El afán derrotista que acompaña
a Baroja, su predeterminismo social, se hace así compatible con mensaje escrito
en positivo: la bondad intrínseca, y el trabajo, garantizan la dignidad
personal, una joya que siempre brillará incluso dentro de los lodazales.
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