Esta
novela refleja lo mejor de la literatura. Una bella historia que, de la pluma
exquisita de Amin Maalouf, se convierte en lo que toda buena obra debe atesorar:
argumento, belleza literaria, ilustración, humanismo, independientemente del
tema de que trate. En este caso, Maalouf desarrolla una vieja leyenda de su
patria, Líbano, en torno a la figura del joven Tanios, un chico apresado entre
la tradición y la modernidad, entre las luchas tribales de drusos y cristianos,
sometidos todos ellos al juego de las potencias locales (otomanos y egipcios) e
internacionales (ingleses, franceses, austríacos…) Una historia que ilustra el
secular enfrentamiento entre minorías en la zona, “una tierra de leche y miel y
tierra de sangre. Ni infierno, ni paraíso. Purgatorio”. Tanios vivirá entre
unos y a otros, sin dejarse llevar por el odio ni la irracionalidad, optando siempre
por la libertad, la coherencia y el amor, frente al tribalismo de la tierra. La
exquisita sensibilidad de Maalouf, como en sus memorables “Samarcanda”, “Los
Jardines de Luz” o “León el africano”, combina historia y ficción para transmitir
los valores que caracterizan su obra: diversidad, humanismo, y bonhomía, que
siempre triunfan sobre las bajas pasiones.
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